Preguntas Frecuentes & Recomendaciones

Este espacio esta diseñado para acercarte a la práctica. Entregarte una visión más completa de como habitarla y experimentarla de manera más profunda y beneficiosa. 

Preguntas Frecuentes

1. ¿Puedo unirme si nunca he hecho yoga antes?

¡Claro que sí, todos son bienvenidos!
No necesitas experiencia previa — el yoga se adapta a ti, no al revés. En cada clase se ofrecen modificaciones, variaciones y progresiones, para que puedas practicar a tu propio ritmo y desde tu momento actual.
Lo más importante no es “hacer la postura perfecta”, sino conectar con tu cuerpo, tu respiración y tus necesidades.
Mientras puedas respirar, puedes practicar yoga.

2. ¿Cuál es la diferencia entre Ashtanga y Vinyasa Yoga?

Ambos estilos comparten una misma raíz: el movimiento sincronizado con la respiración.
La diferencia está en el enfoque y la estructura de la práctica.

Ashtanga Yoga sigue una serie fija de posturas que se repite todas las clases. Esa repetición crea una meditación en movimiento y abre la posibilidad de entender y experimentar con más profundidad los beneficios de la práctica y cada postura en tu propio cuerpo. Con el tiempo, la mente se aquieta, el cuerpo se fortalece y la respiración se vuelve el hilo conductor. La repetición genera maestría.

Vinyasa Yoga, en cambio, es más creativo y libre. Las secuencias varían según la clase, explorando distintas transiciones, ritmos y enfoques. Es una práctica dinámica que invita a fluir y explorar nuevas formas de moverse y sentir.

En ambas encontrarás un espacio para fortalecer el cuerpo, aquietar la mente y reconectar contigo misma/o. Solo cambia el camino pero la intención es la misma.

3. ¿Cómo saber por dónde empezar?

No hay un “mejor” estilo, sino el que mejor resuene contigo en este momento.

Si te atrae la estructura, la disciplina y la repetición como camino de autoconocimiento, Ashtanga Yoga puede ser para ti.
Si prefieres una práctica más fluida, creativa y variada, donde cada clase se sienta diferente, Vinyasa Yoga puede inspirarte más.

Lo más importante es escuchar tu cuerpo y tu intuición. A veces el camino se descubre probando.
Ambas prácticas te invitan a lo mismo: presencia, fortaleza y calma interior

4. ¿Puedo practicar si tengo una lesión?

Sí, puedes practicar, pero siempre escuchando y respetando tu cuerpo.
El yoga no busca forzar, sino acompañar el proceso de recuperación.

Antes de la clase, es importante contarme sobre tu lesión o molestias para poder ofrecerte modificaciones y adaptaciones seguras.
Cada postura tiene opciones: el foco está en moverte con conciencia, suavidad y respiración, sin dolor ni exigencia. A veces, una práctica más lenta y atenta puede convertirse en una gran maestra: te enseña a habitar el cuerpo con más presencia, paciencia y amor.

5. ¿Las clases son aptas para todos los niveles?


Todas las clases están pensadas para adaptarse a distintos niveles de experiencia.
Cada persona tiene su propio ritmo, su historia y su manera de habitar el cuerpo — y eso se respeta profundamente en la práctica. Ofrezco modificaciones, variaciones y progresiones, para que cada quién encuentre su punto de equilibrio entre desafío y cuidado.
No importa si estás comenzando o llevas años practicando: el yoga siempre tiene algo nuevo que enseñarte.

Más que alcanzar una postura, lo importante es cómo te sientes mientras la habitas. Cada respiración es una oportunidad para volver al presente.

6. ¿Con qué frecuencia se recomienda practicar?

La frecuencia ideal es la que puedas sostener con equilibrio y disfrute. Como referencia puedes empezar con 2 veces por semana hasta llegar a mínimo 3. Luego naturalmente el cuerpo te irá pidiendo más.

Lo más importante es la constancia y compromiso con lo que te propongas en un principio: incluso practicar unas pocas veces por semana puede generar grandes cambios en tu cuerpo, mente y energía.

En el caso del Ashtanga Yoga, la tradición sugiere una práctica regular (4 a 6 veces por semana), pero siempre puedes adaptarla a tu ritmo y estilo de vida.
En Vinyasa Yoga, muchas personas encuentran bienestar con 2 a 3 prácticas semanales, complementando con momentos de respiración o meditación en casa.Lo esencial es que tu práctica sea un espacio que te nutra y te sostenga, no una exigencia.


Con el tiempo, el cuerpo y la mente empiezan a pedir ese encuentro y la práctica se vuelve parte natural de tu día.

7. ¿Si no soy flexible puedo practicar?

¡Por supuesto!
No necesitas ser flexible para hacer yoga — haces yoga para volverte más flexible, no solo en el cuerpo, sino también en la mente y en la forma de estar contigo.

La práctica no busca alcanzar una forma perfecta, sino cultivar presencia, escucha y amabilidad hacia tu proceso.
Con el tiempo, el cuerpo se va abriendo, la respiración se vuelve más profunda y la mente más ligera.Lo importante no es hasta dónde llegas en una postura, sino cómo te relacionas con el camino que te lleva hasta ahí.
En cada respiración, ya estás practicando yoga.

8. ¿Cuál es la diferencia entre Ashtanga Mysore e Introducción al Ashtanga?

Ambas clases comparten la misma secuencia, pero se viven de manera diferente.

Introducción al Ashtanga: Clase guiada
El profesor guía y lleva la cuenta paso a paso toda la secuencia, marcando el ritmo, las respiraciones y las transiciones.
Permite familiarizarte con la estructura, el conteo, las transiciones y las posturas, acompañada/o en todo momento.

Clase Mysore
Esta modalidad es la manera tradicional de practicar y a lo que queremos apuntar. Cada practicante aprende y realiza la serie a su propio ritmo y de forma independiente, según su nivel y experiencia. El profesor no guía verbalmente toda la clase, sino que acompaña de forma personalizada, ofreciendo ajustes, asistencia y orientación individual.
Es una práctica más silenciosa e introspectiva, donde la respiración marca el compás y la atención se profundiza. Se va construyendo la serie de manera progresiva acorde a cada persona.

Ambas son caminos hacia lo mismo: autonomía, presencia y conexión contigo mismo. La guiada te enseña el mapa; la Mysore te invita a recorrerlo desde tu respiración.

Recomendaciones

1. Para comenzar con tu práctica: disposición y actitud

Empieza con mente abierta.
No necesitas saberlo todo ni hacerlo perfecto: basta con estar presente, habitar tu cuerpo y respirar.
Confía en que el cuerpo irá aprendiendo y recordando su propia inteligencia natural.
Llega a a tu mat sin expectativas, con curiosidad y con la intención de simplemente estar con atención plena.

2. Para conectarte y profundizar en la práctica

Permítete ir más allá del movimiento físico. La práctica trabaja en muchos planos: Tanto físico, como mental, emocional y energético.
Observa tu respiración, tus pensamientos, tus emociones, tu dialogo interno y tu relación con las sensaciones que aparecen.

¿Cómo las hábito? ¿Cómo manejo lo que aparece?¿Cómo puedo ser más amable con lo que me está mostrando la postura?
En cada postura hay una oportunidad para conocerte un poco más.
Practica con atención, suavidad y constancia — el cuerpo se abre, pero también lo hace la mente.

Profundizar no siempre significa “hacer más”, sino estar más presente en lo que haces.

3. Para integrar Yoga a tu vida

El yoga no termina cuando guardas tu mat. Aquí solo sembramos las semillas que queremos que florescan en nuestra vida.
Lleva su esencia a tu vida diaria: cómo hablas, cómo te tratas, las desiciones que tomas, tu relación contigo y con los demás, cómo respiras frente a un desafío.

Integra la práctica en tu forma de vivir.
Cuida tu descanso, tu alimentación, tu mente y tus relaciones.
El yoga es una actitud: la de vivir con más conciencia, amabilidad y equilibrio.

4. Cuando aparece la frustración

La frustración también es parte del camino.
Cuando surja, respira y observa sin juicio.
Cada día el cuerpo y la mente están distintos; aprende a recibir eso con aceptación.
Recuerda: en yoga no buscamos dominar el cuerpo, sino aprender a escucharlo.
A veces, lo que más nos enseña no es la postura que sale facil y fluida… sino la que no nos pide esfuerzo, compromiso, resiliencia e intentarlo una y otra vez.

5. Para cultivar una práctica profunda y transformadora

Sé constante (compromete contigo) , pero también paciente (desapego al resultado).
La transformación llega cuando practicas con presencia, entrega y honestidad.
No se trata solo de posturas: se trata de cómo respiras, cómo te habitas y cómo te miras.
Deja que la práctica te atraviese, te ablande y te muestre nuevas formas de ser.
El yoga se vuelve profundo cuando se vuelve una forma de vida.

6. Para ser constante y desarrollar compromiso

Encuentra una motivación interna, más allá del resultado físico.
Haz de tu práctica un ritual: un espacio sagrado para volver a ti.
Aunque sea unos minutos al día, elige estar presente. Habrá días de energía y otros de pausa — ambos son parte del proceso. El compromiso nace del amor, no de la exigencia.
Practica por bienestar, no por perfección.