A medida que nos acercamos al cierre de otro año, se abren puertas para reflexionar sobre nuestras experiencias y aprendizajes. Este año, quiero centrarme en una idea fundamental que se ha vuelto cada vez más importante para mí: la importancia de vivir en movimiento y la profunda conexión que existe entre el cuerpo y la mente. Específicamente cómo el movimiento juega un rol esencial en mantener una unión y coherencia entre ellos.
Vivimos en una era donde se ha normalizado la vida sedentaria, las soluciones rápidas, el saltarnos pasos del proceso para alcanzar resultados más eficientes y "rápidos", el estar apurados y en "control" de nuestro futuro. Se ha puesto mucho foco en la mente intelectual, en la productividad, la planificación y el "éxito" material (que no está mal desarrollarlo) pero en exceso a generado una desconexión no solo con otros sino con nosotros mismos y nuestra naturaleza. Como si nos hubiéramos olvidamos que nuestro cuerpo y mente se crearon con otro propósito y muchas más funciones y necesidades de los que esta realidad tan normalizada atiende.
Al integrar el movimiento en nuestra rutina diaria, comenzamos a notar sutilezas en nuestra vida. Nos sentimos más alertas y enfocados, y nuestra creatividad florece. Cuando estamos en movimiento, también estamos en un estado de conexión: no solo con nuestro cuerpo, que se siente más vibrante, sino también con nuestra mente, que se vuelve más clara y receptiva. Esta sinergia entre cuerpo y mente es esencial para nuestro crecimiento personal.
Reflexionar sobre el año que termina nos invita a preguntarnos: ¿cómo hemos permanecido en movimiento? ¿Hemos escuchado a nuestro cuerpo y atendido nuestras necesidades? ¿Conozco lo que le hace bien a mi cuerpo? ¿Cómo cambia mi mente durante y después de moverme? El cuerpo guarda una enorme sabiduría e información valiosa. Entender cómo funciona, conocer que le hace bien y lo que nos entrega vitalidad es clave no solo para nuestra salud sino también para nuestra calidad de vida.
Sentirnos bien es mucho más que solo sentirse bien. Con constancia y compromiso estar bien internamente se refleja en tu mundo exterior. Vamos tomando desiciones más alineadas acorde a esta nueva realidad interna, mejorando nuestros hábitos, nuestra relaciones, nuestra percepción y capacidad de concentración y resolución. Ademas de cultivar un estado interior más en paz y ecuánime.
La práctica de yoga específicamente nos entrega un espacio que atiende tanto a nuestras necesidades físicas (flexibilidad y fortalecimiento muscular, movilidad en las articulaciones, respiración profunda) tanto como mentales (cultivar el no juicio, el estar presentes, entrenar la concentración, desarrollar la compasión en nuestro dialogo interno y la observación sin reacción, entre muchas otras). Que resulta tremendamente beneficioso para las faltas que el estilo de vida de hoy ha ido generando.
A medida que miramos hacia el nuevo año, propongámonos cultivar esta conexión. Al final, priorizar y hacer espacio para el movimiento es más que hacer ejercicio; es un compromiso con nosotros mismos y nuestra salud, felicidad y crecimiento continuo.
Este fin de año, celebremos el movimiento en todas sus formas. Abracemos la idea de tomar un rol activo en nuestro bienestar eligiendo ser activos y conscientes, y permitamos que esta conexión entre cuerpo y mente guíe nuestro camino hacia un nuevo año lleno de energía, propósito y bienestar.